miércoles, 21 de enero de 2009

El Verdal

Dirigiendo mis pasos sin razón, sólo guiados por la pura y aburrida costumbre, llego sin siquiera notarlo a un lugar frío, triste, sucio. El verdal... si así se llama.

-¿Que necesita?- me pregunta la costumbre con decepción de su existencia. Doña ligia creo que se llama-
-Una docena de huevos y un pan... uno de esos tajados que son gruesos -Respondo mientras poso mi pesado cuerpo sobre el mostrador-

Enseguida me percato de un sujeto muy común, con una ceveza en la mano y una laguna en la mente. Uno de esos tipos burdos que uno suele rechazar en las noches cuando pasa por las cantinas. Él esta conversando con una mujer entrada en años a la que no le veo el rostro pero percibo en sus animos una aburrición de la vida que supera con facilidad el tamaño de su cuerpo. Un cuerpo como de dos yo, con mis noventa kilos y mi metro ochenta de estatura. Ella le critica que fume. Es de esas personas que busca sentirse mejor sabiendo que otros estan peor. Ella le dice que deje de fumar pues es perjudicial para la salud.

-lo que sucede doña, es que cuando este humo se eleva, con él lo hacen mis sueños, y animos y mi alma llega al punto mas alto de la belleza -Responde sintiendo que hace bien, que hace divino.

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