Los Griegos decían que los poetas hablan y transmiten la voluntad de los dioses, pero esto no es así. Hablan la lengua del pueblo, de los hombres y de sus pasiones vulgares, pasiones que en la voz de un poeta resultan hermosas y divinas. Así en la voz de un poeta un ebrio se convierte en Baco y un herrero tosco y bruto en un forjador; fuerte y habilidoso como Hefeso. Y así como nacida del pueblo y de sus pasiones vulgares la poesa debe volver a ellos, a nosotros para expiar nuestras pasiones, descubriendo lo hermosas que son y salvandonos de la valoración impía que les damos.
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